Origen
Candombe es el nombre genérico que reciben diferentes danzas de origen africano en Uruguay, y nace de la conjunción de los más de veinte pueblos africanos que fueron traídos como esclavos a esta región del cono sur. Cada uno de éstos tenía su idioma, su forma de ser, ver y sentir, su cultura, sus danzas y cantos de diferente naturaleza: sacro o profano, festivo o luctuoso, etc.
El candombe fue la danza y la expresión musical-religiosa más importante y significativa del colectivo afro. Y más aún: es hoy una de las expresiones musicales más elocuentes con que cuenta nuestro país. El candombe ha sido tan fuerte, profundo y esencial que en lugar de haber desaparecido –destino al que fue condenado en diferentes etapas históricas de nuestra nación– sobrevivió, venciendo todas las barreras y represiones. Ha impregnado de tal manera nuestra sociedad, que se ha convertido en un elemento cultural que identifica a Uruguay.
Los originarios candombes, realizados por aquellos africanos que encontraban en su música y danza una válvula de escape a la tragedia que enfrentaban, fueron una forma de sentirse vivos, a través de un íntimo e intenso que llamaba a la rebeldía ante las imposiciones y el avasallamiento de que eran objeto.
Candombe es el nombre genérico que reciben diferentes danzas de origen africano en Uruguay, y nace de la conjunción de los más de veinte pueblos africanos que fueron traídos como esclavos a esta región del cono sur. Cada uno de éstos tenía su idioma, su forma de ser, ver y sentir, su cultura, sus danzas y cantos de diferente naturaleza: sacro o profano, festivo o luctuoso, etc.
El candombe fue la danza y la expresión musical-religiosa más importante y significativa del colectivo afro. Y más aún: es hoy una de las expresiones musicales más elocuentes con que cuenta nuestro país. El candombe ha sido tan fuerte, profundo y esencial que en lugar de haber desaparecido –destino al que fue condenado en diferentes etapas históricas de nuestra nación– sobrevivió, venciendo todas las barreras y represiones. Ha impregnado de tal manera nuestra sociedad, que se ha convertido en un elemento cultural que identifica a Uruguay.
Los originarios candombes, realizados por aquellos africanos que encontraban en su música y danza una válvula de escape a la tragedia que enfrentaban, fueron una forma de sentirse vivos, a través de un íntimo e intenso que llamaba a la rebeldía ante las imposiciones y el avasallamiento de que eran objeto.
Esclavizados
En esos momentos, al reunirse en las costas
montevideanas, evocaban sus vidas en su madre África, haciendo del mar
el enlace, el nexo entre aquella y ellos, y afianzando esas tradiciones a
través de su fuerza espiritual. En las Salas de Nación, con sus
candombes, volvían a ser africanos. En su época cumbre, los africanos
organizaban el candombe todos los domingos y en las grandes fiestas de
Año Nuevo, Navidad, Resurrección, San Benito, Virgen de Rosario y San
Baltasar.
CANDOMBE es una palabra derivada del prefijo Ka y
de Ndombe (pueblo angoleño), del idioma Kimbundu, rama de las lenguas
bantúes que se hablan en el Congo, en Angola y en distintas zonas de
África del Sur; etimológicamente, el vocablo es un aporte banguela, el
pueblo Ndombe más numeroso y notorio entre las etnias africanas que
llegaron a Montevideo.
El candombe es una síntesis, un riquísimo
mosaico en el que confluyeron determinados aspectos de diferentes
pueblos africanos. Es la expresión cultural mayor de los afrouruguayos,
por lo que hoy constituye una expresión artística y un fenómeno social
esencial de la identidad de la República Oriental del Uruguay.
Batuque de 1843
Si hablamos de la conformación, del concepto
musical y “danzario”, así como de la simbología que va conformando el
Candombe a lo largo de todo el siglo XIX, no hay dudas acerca de que es
el resultado de los aportes de los diferentes pueblos africanos que
mantuvieron sus Salas de Nación.
La primera mención en el Río de la Plata al
vocablo candombe aparece en el diario El Universal de Montevideo el 27
de noviembre de 1834, aunque prácticamente se hacían referencias
constantes a los bailes de negros por parte del Cabildo desde épocas
anteriores.
Candombe de 1800
Candombe de 1800
Alrededor del año 1800, los cantos y bailes se
efectuaban en la Plaza del Mercado y en el Cubo del sur, bastión que
remataba frente al mar, en la costa sur del ala de la muralla que corría
en esa dirección desde la ciudadela enclavada en la hoy Plaza
Independencia. Tenían lugar entre el 25 de diciembre y el 6 de enero,
fechas en que las autoridades los permitían, por cuanto iban precedidos
de visitas de cortesía a las casas de los principales dignatarios. Pero
también tenían lugar en cuanta oportunidad viniera bien, cuestión que
dio origen a reiteradas protestas de los vecinos y, consecuentemente, a
las prohibiciones por parte de las autoridades.
En la calle, cuando se iba en procesión o a
saludar a las autoridades, quienes daban la nota eran los tamborileros,
quienes junto a los personajes típicos, sobre todo el bastonero o
escobero, fungía, dentro o fuera de Sala, como un verdadero director de
la "orquesta" del candombe.
En dependencia de la nación, existían varias formas de ejecutar el candombe, pero también variaban según estuvieran en una ceremonia dentro de la Sala de Nación o en la calle. No se puede establecer con precisión cuándo se comenzó a tocar caminando, pero sí es seguro que aquel Candombe era diferente al de hoy en día.
En dependencia de la nación, existían varias formas de ejecutar el candombe, pero también variaban según estuvieran en una ceremonia dentro de la Sala de Nación o en la calle. No se puede establecer con precisión cuándo se comenzó a tocar caminando, pero sí es seguro que aquel Candombe era diferente al de hoy en día.
La riqueza instrumental de esta manifestación
era muy significativa cuando se ejecutaba en el interior de de la Sala,
así como la de aquellos que tenían lugar en las “canchas” del Cubo del
Sur, y en otro lugar, prefijado, donde se participaba sin caminar.
Los tambores se colgaban con una correa, llamada
talín, que se cruzaba en el hombro derecho, y a los que se sumaban la
tacuara, la huesera, el mate o porongo, la marimba, los palillos, trozos
de hierro, el Macú –que era el tambor ceremonial–, y la denominada
Bambora.
El Candombe de fines del siglo XIX
Vicente Rossi, contemporáneo y observador de los candombes de las últimas décadas del siglo XIX, afirmaba que “la danza se formaba en una rueda de donde salen los danzarines para ejercitar pasos individuales.
Los bailadores no estaban pues sometidos a ninguna regla en la uniformidad de figuras con aquella danza; la obligación era una sola, única, ineludible; el canto, cuya modulación sostenía el carácter y el compás del bailable.
LA SALA DE LAS NACIONES
Hacia 1880, aunque había varias danzas y toques heredados de determinadas naciones africanas, prácticamente no quedaban muchos africanos. Pero varias Salas de Nación, integradas por los descendientes de aquellos africanos, lograron sobrevivir hasta entrado el siglo XX con prácticas rituales tradicionales.
En cada Sala tenía lugar el culto a las entidades religiosas que habían logrado mantener vivas a pesar de tanta represión; en algunos casos reprodujeron imágenes, realizadas por "crudos" artistas, como apunta Marcelino Bottaro(1). Uno de los cultos más interesantes es el dedicado a San Benito o a San Baltasar, considerados como patronos en muchas de estas Salas de Nación. En la época colonial, las conmemoraciones de San Baltasar (que tenían lugar cada 6 de enero), lucían toda la pompa que era posible, por lo que es presumible que se tratase de la evocación de una deidad altamente significativa dentro del santuario africano.
Agustín Beraza relata que se “bailaban tangos, chinchiría, chindá, tam tam, hasta la puesta del sol, en medio de las libaciones que acentuaban aún más, el bullicio propio de la fiesta. Los “tíos” lucían casacas, levitas, corbatines, bicornios o galeras altas y las negras sus vestidos, blondas, cinturones, collares, sombrillas, etcétera, de un abigarrado colorido.
Cada sala tenía su trono, adornada con dosel y cortinajes, con un altar consagrado a San Antonio o a San Baltasar. A la puerta se situaba el platillo que recibía las ofrendas de los asistentes, bajo la custodia del “capitán, guardián de la puerta y de la colecta”. En los tronos aparecían sentados con grave actitud los Reyes, con sus charreteras en los hombros, las casacas galoneadas, pantalón blanco y faja negra y a su lado las Reinas, que unía a su rango, el prestigio de ser la mejor pastelera de Montevideo, rodeados todos por las princesas y camareras que atendían el ceremonial.
Terminada la ceremonia, se dirigían en corporación y por naciones, a la residencia de las autoridades. Luego de 1830, a la del Presidente de la República, quien los recibía rodeado de sus Edecanes. También visitaban a los Ministros, al Vicario y Jefes Militares.
Otras danzas eran la bámbula, la chica, el candombe y la samba, sin duda las primeras bailadas en Montevideo.
El Candombe de fines del siglo XIX
Vicente Rossi, contemporáneo y observador de los candombes de las últimas décadas del siglo XIX, afirmaba que “la danza se formaba en una rueda de donde salen los danzarines para ejercitar pasos individuales.
Baile de Candombe | Ruben Galloza
Se formaba la rueda de bailadores colocándose
alternados un hombre y una mujer sin perjuicio de que estuvieran
seguidos varios de un mismo sexo, pues aquel baile no exigía parejas. Los bailadores no estaban pues sometidos a ninguna regla en la uniformidad de figuras con aquella danza; la obligación era una sola, única, ineludible; el canto, cuya modulación sostenía el carácter y el compás del bailable.
“Calugan-gué” cantaba el bastonero; “oyé-ye-yúmbanbué” contestaba la rueda; y siempre así, durante media hora o más.
El compás era lento, algunas veces el bastonero lo levantaba de tono o lo agitaba por vía de inyección enervante.”(1)
Por su parte, Marcelino Bottaro, escritor afro que también vivió los candombes de las últimas décadas del siglo XIX, sostenía que en el comienzo de la organización de los candombes la concurrencia no era pública, como dicen algunos narradores de tradiciones africanas. Los “protectores” de sus adeptos y sus familiares “eran la única gente admitida sin requisitos; si alguna persona extraña iba a entrar, se hacía interrumpir el ritual, que sería sustituido por danzas o movimientos musicales sin importancia"
El compás era lento, algunas veces el bastonero lo levantaba de tono o lo agitaba por vía de inyección enervante.”(1)
Por su parte, Marcelino Bottaro, escritor afro que también vivió los candombes de las últimas décadas del siglo XIX, sostenía que en el comienzo de la organización de los candombes la concurrencia no era pública, como dicen algunos narradores de tradiciones africanas. Los “protectores” de sus adeptos y sus familiares “eran la única gente admitida sin requisitos; si alguna persona extraña iba a entrar, se hacía interrumpir el ritual, que sería sustituido por danzas o movimientos musicales sin importancia"
LA SALA DE LAS NACIONES
Hacia 1880, aunque había varias danzas y toques heredados de determinadas naciones africanas, prácticamente no quedaban muchos africanos. Pero varias Salas de Nación, integradas por los descendientes de aquellos africanos, lograron sobrevivir hasta entrado el siglo XX con prácticas rituales tradicionales.
En cada Sala tenía lugar el culto a las entidades religiosas que habían logrado mantener vivas a pesar de tanta represión; en algunos casos reprodujeron imágenes, realizadas por "crudos" artistas, como apunta Marcelino Bottaro(1). Uno de los cultos más interesantes es el dedicado a San Benito o a San Baltasar, considerados como patronos en muchas de estas Salas de Nación. En la época colonial, las conmemoraciones de San Baltasar (que tenían lugar cada 6 de enero), lucían toda la pompa que era posible, por lo que es presumible que se tratase de la evocación de una deidad altamente significativa dentro del santuario africano.
Velorio
Ruben Galloza
Cada Sala de Nación se regía por estrictas
normativas. Contaban con rey, reina, príncipe y otras autoridades y
todos acompañaban a los tambores y demás instrumentos con palmas y
cantos.Agustín Beraza relata que se “bailaban tangos, chinchiría, chindá, tam tam, hasta la puesta del sol, en medio de las libaciones que acentuaban aún más, el bullicio propio de la fiesta. Los “tíos” lucían casacas, levitas, corbatines, bicornios o galeras altas y las negras sus vestidos, blondas, cinturones, collares, sombrillas, etcétera, de un abigarrado colorido.
Cada sala tenía su trono, adornada con dosel y cortinajes, con un altar consagrado a San Antonio o a San Baltasar. A la puerta se situaba el platillo que recibía las ofrendas de los asistentes, bajo la custodia del “capitán, guardián de la puerta y de la colecta”. En los tronos aparecían sentados con grave actitud los Reyes, con sus charreteras en los hombros, las casacas galoneadas, pantalón blanco y faja negra y a su lado las Reinas, que unía a su rango, el prestigio de ser la mejor pastelera de Montevideo, rodeados todos por las princesas y camareras que atendían el ceremonial.
Terminada la ceremonia, se dirigían en corporación y por naciones, a la residencia de las autoridades. Luego de 1830, a la del Presidente de la República, quien los recibía rodeado de sus Edecanes. También visitaban a los Ministros, al Vicario y Jefes Militares.
Otras danzas eran la bámbula, la chica, el candombe y la samba, sin duda las primeras bailadas en Montevideo.